lunes, 3 de noviembre de 2008

despacito



T apaga la luz y abre la ventana para que los alumbre las fluorescentes de en frente. Se mete dentro de la cama y mete, también, su nariz en la oreja de M. M se da vuelta y le pide por favor que le saque las pantys. Estoy tan floja. M siempre se deja sacar la ropa así, como por pereza. Se queda tendida sobre su costado izquierdo mirando la pared. T la abraza y se duermen. M nunca duerme toda la noche y eso es algo que molesta a T. Cada vez que despierta, la encuentra paseándose o mirando por la ventana. M mantiene la boca en el hombro de T. Lo muerde despacito mientras parece que reza. M no cree en Dios y T no está seguro. T se acerca para tomarla con sus manos grandes, para tocarle esa panza lisa y blanda, para que ella abandone eso en lo que piensa y se convierta en alguna otra cosa y T se acerca a su cuello como si fuera una máquina demoledora como si quisiera cambiarle la forma manoseándola fuerte con sus dedos y M comienza a moverse de manera animal como un gato o una culebra como si se arrastrara entre las sábanas y todo su cuerpo respira fuerte diciendo algunas cosas sin sentido, porque M entra en una especie de trance que T no comprende, se mueve en redondo, esquiva la cara y cede. M intenta pensar algo que nunca logra pensar y se enreda entre ideas, partes sin nombre, lenguas y cordones que no se ven. Entonces todo se vuelve urgente y M lo busca para tocarlo tan fascinada paseando sus manos como por un laberinto y T cree que va a morirse, que necesita desesperadamente la humedad precisa de M y M que lo empuja hacia atrás para que se aleje como actuando en una terrible obra de teatro hasta que se abalanza uno o se abalanza el otro y M necesita que T se meta bien adentro, que se balanceé y cierra los ojos y lo arrastra hacia sí tan lascivamente que T quiere atravesarla con rabia por llevarlo a esos límites en que todo es como un castigo o un mal recuerdo de algo que nunca pasó. Entonces M lo besa en el cuello mansamente y T busca su boca arrastrando la lengua desde el hombro de M. Así continúan, tranquilos y pesados como un pantano largo. M es codiciosa, roja y dulce. T es majestuoso, afilado y certero. Aguantan la respiración, la aguantan sin quererlo, con miedo, como si nunca la hubiesen aguantado. T se acerca como cuchillo, de a poco, despacito, luego con furia entonces los dos sueltan un sonido de animal y se revuelven y se dicen cosas. M pareciera estar en otro lugar, lejos, sentada con la cabeza hacia atrás como si cabalgara lento o estuviera en un bote. T hace como que se queda mirándola pero no puede, la oye alejarse cantando o preguntándole o balbuceando, moviendo la cabeza y, él, con la mandíbula apretada, como preso de un calambre que se extiende por sus brazos y sus piernas con fiebre, como si fuera otra cosa o estuviera en otra parte o como si se fuera a morir.

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1 comentario:

Begoña Ugalde dijo...

Guau
toda la intensidad
muy bien amiga
thats the way
esta mañana siento los efectos terapeuticos de la sesión de ayer...
he pensado que deberíamos grabar nuestras charlas para tener nuestra sabiduría registrada y después
pantentarlas como
"el diván de las divas"
dime que opinas
jajaj