sábado, 21 de enero de 2012

casita


siempre me dio un poco de asco bañarme en la tina de nuestra casa. por eso nunca lo hice. y ahora que vivo en otra casa que no comparto contigo. y que no tiene tina. pienso que hubiese dado lo mismo bucear en la nuestra. total el mar de esta ciudad no es más limpio. ni tampoco las piscinas públicas. creo que nunca limpiamos realmente bien nuestra casa. creo que siempre nos dio un poco de asco. ahora que tú sigues viviendo allá. y que yo voy a veces a revisar el correo. veo todo como de lejos. y no tan sucio. o igual de sucio. o quizás es que todo es demasiado viejo. demasiado viejo todo como para dos jóvenes como nosotros. igualmente ya no parece nuestra casa. tampoco parece tu casa. más bien parece la casa de cualquier vecino. de cualquier persona que te cruzas en la calle por el barrio en el que vivíamos. a mí me gustaba nuestro barrio. me gustaba la gente mucho más morena que la que se ve en el centro. y las mujeres tan jóvenes con sus hijos. mi amiga natacha que vendía coca. me gustaban sus historias. porque todas eran tan de verdad. cómo las contaba. a veces se me acercaba tanto que parecía que me fuese a dar un beso en la boca. me invitaba a su casa a tomar wiski cuando tú estabas de viaje. y yo podía quedarme hasta que saliera el sol escuchando su acento raro. tan delgadita. hablándome de una tal marta. que lo único que hacía era meterse en problemas. de su tía de rumania. o de esas supersticiones que ella creía muy seriamente. me gustaba que en todos los negocios me conocieran y me preguntaran cosas lindas como las que preguntaban en mi país. supongo que me gustaba mucho esa casa porque había aparecido frente a mis ojos como por una brujería. yo me creo esas cosas. y ese barrio porque me hacía sentir parte de un borde bonito. un borde festivo. mi nueva casa no se parece en nada a la casa sucia y fatigada en la que vivíamos. es una casa contenta. aunque solemne. hay algo de oscuridad. pero de esa oscuridad misteriosa que te hace amar más las cosas. como si hubiese una historia escondida. escrita en otro idioma quizás. ahora me gusta estar tan cerca del mar como del cerro. en un punto valioso. me gusta abrir mi ventana. que es la más grande que nunca haya visto. me gusta tener amigos nuevos y que el señor de la fotocopiadora me regale rollos de papel para hacer mis listas tontas que me gustan hacer. me gusta haber encontrado esta casa no como por brujería. me gusta haberla buscado con severidad. para dejar esa otra. que quién sabe de quién pudo haber llegado a ser. y que ahora no es de nadie.

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miércoles, 4 de enero de 2012

fiestas

estaba decidida a pasar la noche de año nuevo en la casa de mi infancia. sola. o con quien fuera. primero hice una elección sofisticada que fue imposible. pensé terminar un guión que nunca puedo terminar. pensé llevar gente lo más parecida a los personajes. como para que las cosas pasaran solas. pero todo se volvió como irreal o incompatible. así que me fui con I solamente. en una casa cerca estaría D con su abuela. y de forma inesperada llegaría C el sábado en la tarde. ese día comimos humitas. luego I se quedó leyendo y con D fuimos a bañarnos al mar. fue un baño extraño y bonito. el último baño dirían algunos. pero entonces nunca pensamos en eso. nuestros trajedebaños estaban especialmente brillantes y el mar medio negro y medio blanco y D y yo tan contentos de estar en el agua con el efecto de las pulguitas abajo de la arena y con las olas tan tan fuertes. me salí y volví a entrar varias veces al agua. entre medio le saqué fotos a unas niñas rubias que intentaban hacer bodyboard. se puso el sol y subimos esa subida que es terrible pero no podíamos dejar de sentirnos bien. algunos nos metimos a la ducha. sonó una canción muy preciada en la radio que hay que sintonizar con un desatornillador. y nos pusimos a bailar. después se hizo tarde. muy tarde y fuimos corriendo por los atajos a la playa y empezaron los fuegos artificiales. nos detuvimos a verlos. mucha gente piensa que es un desperdicio de plata. pero yo los encuentro tan lindos. tan lindos. tan lindos cuando van cambiando de color. de pronto hubo muchas personas. y no quería estar con esa gente que se pone a hablar del año que pasó. y del año que viene. D tampoco. así que fuimos a cumplir un deseo de año nuevo. y es que hay una casa anciana como un barco medio hundido que desde que tengo memoria ha estado desocupada y que tiene una escalera de caracol por fuera que lleva a una terraza muy grande en el techo. acordamos hacer un peregrinaje de casas vacías antes de llegar a esa, la final. camino a cumplir el deseo hicimos algunas actuaciones y estuvimos en la parte alta de una calle toda llena de adornos luminosos. luego encontramos un perro tan bonito muerto en la mitad de la calle. lo habría atropellado. intenté moverlo pero pesaba mucho. entre los dos lo tomamos y lo dejamos en las plantas. me acordé de esos animales que hay en el museo de historia natural. esos que están tan secos en alguna postura forzosa mostrando sus dientes. con ese pelo como de vieja que va a la peluquería todas las semanas. lo dejamos ahí. intentando que se viera cómodo. pero la mueca de su cara y el brillito de sus ojos abiertos violentaban toda su forma. intenté recordar todos los perros muertos que había visto. intenté reconocer ese gesto final en algún pariente. en algún funeral. D le escribió un mensaje en un papel un poco ridículo. algo como fuiste un buen perro. o eso supuse. entonces seguimos caminando lúgubres hasta la casa que nunca me había atrevido a entrar. y ahí por fin arriba en la terraza arcaica de alguna persona que nunca conoceremos, nos sentamos y descansamos. como cubiertos de un silencio claro y bonito. que nada tenía que ver con las fiestas esas. que alguna vez nos imaginamos.

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