martes, 28 de octubre de 2008

la casa de la violeta parra

Es que a veces me pasa así, los lugares son muy de a diario y las personas muy definidas, a menudo sueño que leo o que veo la hora. Esa vez yo iba caminado hacia la heladería y tú venías caminando hacia el metro y había mucho sol de las siete de la tarde pero yo no te veía porque iba buscando algo en mi monedero azul y sólo encontraba botones de cobre, entonces C, que caminaba con F y conmigo, te decía “hola” y todos nos deteníamos a conversar debajo de una sombra en la vereda pero yo no te veía porque seguía revolviendo mi monedero y tú te acercabas a darle un beso a C primero, luego a F y cuando te acercabas a mí, envuelto en un abrigo azul igual al de mi monedero, yo te abrazaba fuerte porque repentinamente te quería mucho y de pronto estábamos bailando en una fiesta diurna y al aire libre en donde habían mesas con cosas como de venta de garaje y caía un telón que también era una carpa gigante y había una ronda donde cantaban “la casa de la violeta parra la casa de la violeta parra” luego era el funeral de mi perro y de ahí no me acuerdo más. Lo que te gusta escuchar a ti es que lo soñé cuando no nos conocíamos aunque C diga lo contrario, porque C asegura que una vez nos cruzamos en la calle, F, tú, ella y yo, y que nos saludamos, justamente, entre una estación de metro y una heladería. C cree que esa fue la primera vez que nos vimos. Yo no puedo acordarme. Después de mi sueño coincidimos en dos lugares y supongo que te examiné insolentemente. Lo que a mí me gusta es que mi yo-dormida te haya elegido, hace tanto tiempo y sin siquiera saber tu nombre, para darte un abrazo de manera tan limpia, infantil, arrancada, familiar, valiente y no sé qué más pero un abrazo como de los monos animados viejos. Muy. Ojalá que haga buen tiempo allá. Cuéntame todo cuando vuelvas. Dicen que el sábado va a estar feo el día. Yo no sé. Llega.

Stumble Upon Toolbar

No hay comentarios: