viernes, 1 de mayo de 2009

té con leche

Teo insiste en hacer ese tipo de preguntas a las que Eme sólo puede responder confusamente. A veces me siento contenta pero no podría hablarte sobre la felicidad como lo hace la mayoría de la gente. Eme sospecha que en algún momento se acostumbró a pensar sólo en desgracias y que, quizás, a Teo le pasaba lo mismo. Cuando tengo que dedicarme a algo pienso que la humanidad estorba de muchas maneras. Pero luego pienso que. Luego pienso que querer es algo natural. Como cuando te quiere un animal. Una vez Teo le envió una carta a Eme preguntándole por qué había que esperar un desastre para entender. Yo te escribí de manera tan triste y lógica que decidí no responder. Ahora Eme piensa que no tiene una respuesta. Supone que no todo está coordinado. La mayor parte del tiempo cuestiono lo de nosotros. Después apagas la luz y me doy vuelta en la cama, Teo, y tú me abrazas para dormirte como si no pudieras hacerlo de otra manera y yo te toco la cara mientras pienso en algo que me de mucho miedo como los extraterrestres y paso toda la noche con esa doble emoción hasta que sale el sol y tú me dices Eme de nuevo no dormiste y yo te digo que eso no importa, que ni una luz rara vino a raptarme, que hagamos té con leche y nos metamos de nuevo en la cama para que yo duerma veinte minutos. Aunque lleguemos tarde a donde tengamos que ir.

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