Teo no sabe de urgencias. Eme sabe demasiado. Mi vida entera ha sido una emergencia. Desde el día que dijeron mi nombre. Eme. La tarde en que te acercaste a darme un beso en la boca. Teo. Yo me puse un cuaderno en la cara y te expliqué. Me gustas Eme. Pero Teo no pudo entender el pulso terminal de Eme. Perdóname Teo. No entiendo que se mueve en tu cabeza cuando decides irte de mi pieza en la mitad de la noche. Eme. Por qué tengo que esperar que pasen cuarenta minutos, acercarme a la ventana del bar de la esquina y verte sentada en una mesa con dos vasos. Muda Eme. Por qué tengo que sentarme contigo y esperar el momento estratégico en que agaches la cabeza un poco borracha para decir tu nombre. Eme. Tocarte un brazo y decir tu nombre. Eme. Por qué tengo que soportar que no respondas algo importante. Que te acerques y repitas. Perdóname. Teo. Perdóname perdóname. Eme siempre supo lo que iba a pasar. Te vas a aburrir de esto. Teo. Yo no quiero que me sujeten. Teo. Me canso. Eme. Yo no te he pedido. Teo. Yo no pido nada. Nada a nadie. Teo.
